Las opiniones son variadas, dentro de la estrategia de cada grupo, y la búsqueda de las razones, las conclusiones y las aseveraciones muchas veces peregrinas: Pero hubo una en los días finales de agosto que es difícil dejar pasar sin hacerle un comentario; una tertuliana llego a decir que lo importante era "enseñarles a los africanos a cultivar la tierra". Desconozco el nombre de la periodista que intervenía así como la emisora en la que se emitían sus opiniones, pero la mayor parte de las veces el tono general de las tertulias es de culpar a los africanos por su desidia, impericia, mala administración, incapacidad para aprender de las administraciones coloniales o la existencia de dictaduras, como si esta lacra fuera resultado de elementos endógenos y no impuestas la mayoría de las veces desde el exterior, y toda otra serie de argumentos, donde nunca aparece el largo proceso que lleva a la mayoría de África a la situación actual: esclavismo, colonialismo, neocolonialismo, imperialismo, neoliberalismo, etc., y siempre en formaciones sociales donde el modo de producción dominante es el capitalismo.
Por su mano de obra “exportable”, muy barata, comercio con humanos que se convirtió en una de las vías de acumulación capitalista que permitió la revolución agrícola e industrial en los principales países europeos. En segundo lugar por lo gran variedad de materias primas, productos agrícolas y territorio que abrían enormes expectativas de mercado. No olvidemos la célebre frase de Livingstone, “detrás de la religión siempre va el comercio”.
Un caso paradigmático es el de Senegal, lugar de procedencia de muchos de los que hoy utilizan los “cayucos” para trasladarse al “paraíso europeo”. Desde que a mitad del siglo XIX se introdujo el cacahuete, se fue convirtiendo, por interés de las compañías europeas, en monocultivo, destruyendo la fértil agricultura tradicional y sometidos sus habitantes a los vaivenes de los precios de mercado sobre los que no tienen ningún tipo de influencia.
Un economista escribió hace años que si un cataclismo hiciera desaparecer a todos los países que se denominan tercer mundo, en poco tiempo la miseria sería lo común en los países hoy enriquecidos; pero si ocurriera al revés, y EEUU, la Unión Europea y Japón fueran los damnificados, un nuevo ciclo se abriría para la humanidad y no precisamente de miseria.
Por lo tanto la marcha del continente de cientos de miles, de millones de trabajadores hacia los países europeos, como la de latinoamericanos hacia el norte, es producto del expolio capitalista de sus riquezas y no cesará hasta que los pueblos consigan gobiernos que defiendan los intereses de las mayorías, hoy marginadas.
Y no es posible “poner puertas al campo”, el profesor Näir habla de 40 millones de africanos dispuestos a abandonar el continente; ante tamaño problema es imposible blindar fronteras, se abrirán otras, no se puede convertir Äfrica en un campo de concentración. Es preciso acabar con el expolio.
Septiembre 2006
C. Dafonte
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