A convicción profunda da actualidade da revolución, fai necesaria a organización política da clase obreira.

G. Lukács
 

viernes, 27 de octubre de 2006

“LA ECONOMÍA VA BIEN” (Aznar, Rajoy, Zapatero y Solbes dixit)

Aznar y el PP en sus tiempos de gobierno, acuñaron una frase de éxito, “España va bien”; sus sucesores en el cargo la repiten hasta la saciedad y los medios de desinformación la propagan a los “cuatro vientos”.



Y posiblemente si el concepto España se reduce a un grupo selecto de empresarios transnacionales, “deslocalizadores” de sus empresas a países sin derechos políticos, sindicales y con salarios de hambre, carentes de todo tipo de legislación protectora del medio ambiente, y a los que se aprovechan de la desestructuración y precariedad del mercado laboral, a especuladores en bolsa y banqueros, tengan razón. Un grupo importante de empresarios, al calor de la globalización neoliberal y de las reformas laborales, es decir de las políticas antiobreras de los últimos 25 años, consiguieron enormes beneficios. Les va pero que muy bien.



Pero se confirmó en este tiempo algo evidente, que es una falacia lo que también se repetía hasta la saciedad, de que los grandes beneficios para las empresas significarían beneficios para toda la sociedad, pues revitalizarían la inversión y la creación de puestos de trabajo. La realidad es que la inmensa mayoría de estos beneficios se convirtieron en capital especulativo y abandonaron la producción al amparo de las leyes de la Unión Europea o van a invertirse a otras latitudes. Y muchas empresas se han “deslocalizado”, han abandonado el territorio del estado, en busca de una mayor tasa de explotación.



También hay otra evidencia que ya puso de manifiesto el profesor Diego Guerrero hace algunos años; el proceso de depauperización de la clase obrera en España. Circunstancia que ya señaló Marx como “depauperización relativa de la clase obrera en el capitalismo”, como consecuencia del salario relativo, que no debemos confundir con la depauperización absoluta como resultado del salario real.



La realidad española como en todos los países capitalistas, es que ninguna persona que subsista dependiendo de un salario, independientemente de la cuantía del mismo, “va a dejar de ser asalariado, convertirse en capitalista o en productor independiente” pues “el salario antes que un precio o una medida es una categoría social” y “cualquier nivel de salario ha de consistir en un salario inevitablemente relativo, esto es, implicar la generación de plusvalor para el capital”; lo que da como resultado el planteamiento de Marx, que el obrero no solo es un “pauper”, por su determinación social, sino que cada vez es más pobre, ya que su participación en el producto de su trabajo, la renta nacional, tiende a ser cada vez menor.



Aunque si discutiéramos sobre este asunto con un neoliberal posiblemente lo negara, ya que los datos que ellos manejan enmascaran esta circunstancia, por la existencia de otros trabajadores que no son asalariados, los autónomos y la creciente proletarización de otros sectores. Pero en la realidad estudiada por el profesor Guerrero, el proceso de depauperización tiene una fase lenta, entre los años 75 y 82 con una rebaja en la participación de -7,6 y otra mas rápida, con un coeficiente de -9,4 para los siguientes ocho años.



Y si la depauperización también se produce en la época de Solchaga, la de los grandes “pelotazos”, donde “el que no se enriquecía parecía tonto”, seguramente en los últimos 15 años en que la situación empeoró, también a nivel mundial, sus paises locomotoras, EEUU, Alemania, Japón, Francia, Italia, Holanda, étc., pasaron serias dificultades cuando no entraron en recesión, posiblemente un estudio actualizado del tema daría como resultado índices de caída superiores a los reseñados.



Recesión de la que algunos paises todavía no han salido y otros, como los EEUU, superada la iniciada el año 2000, al decir de algunos “gurús” de la economía, camina hacia otra nueva, según todos los indicios, datos económicos de los últimos trimestres, a partir del año 2007.



El mismo autor tiene estudiado para el período 1954-2001 la tasa de explotación de l@s trabajador@s en el estado español, llegando a la conclusión de “….que la explotación en España es un hecho. Que es un hecho cada vez más evidente y de mayor magnitud. Que el beneficiario de esta situación es la burguesía capitalista”. Y medir la tasa de explotación se consigue midiendo cuanto del trabajo social anual es trabajo pagado y cuanto trabajo impagado. En la realidad del estado español la tasa de explotación pasó del 72,7 % en 1954, al 90,8 % en 2001. Curiosamente en el período constitucional, con tres partidos en labores de gobierno, es el período del PSOE en el que se elevó más la tasa de explotación, un 50 %, el 10 % en el de UCD y 6 % con gobierno del PP.



Pero “España sigue bien” y los dos grandes partidos del estado, PSOE y PP pactan los elementos fundamentales de la política económica, la que verdaderamente sitúa a una organización en la izquierda o en la derecha; la reforma laboral para abaratar el despido y precarizar aun más el mercado laboral; la reforma fiscal, para seguir profundizando en una fiscalidad injusta y que la recaudación del estado recaiga fundamentalmente sobre los trabajadores, mientras se rebaja la fiscalidad de las empresas en momentos de enormes beneficios, y aumentan los impuestos indirectos, los que pagamos en la misma cuantía toda la sociedad, tanto ricos como pobres, y la reforma de las pensiones, para recortarlas y poner en manos de la banca privada los ahorros de td@s l@s trabajador@s que necesitarán de una pensión privada para complementar la oficial, que cada vez, reforma a reforma, iniciadas por el PSOE, se hace más pequeña.



“España va bien”?. La economía española se asienta sobre tres pilares muy frágiles, la burbuja inmobiliaria, los ingresos por turismo y el consumo interno, pero este último no asentado sobre el ahorro, sino sobre el endeudamiento familiar, que se acerca, si no los supero ya, a los ochocientos mil millones de euros; sí, han oido bien, ochocientos mil millones de euros según cifras oficiales.



Y no debemos olvidar que en muchos de los países del centro del sistema que entran en recesión, siempre es precedida del pinchazo de la burbuja inmobiliaria. ¿tendrá esto algo que ver con la actitud de las grandes empresas de la construcción que en los últimos tiempos dedican parte de sus enormes beneficios a comprar la participación en empresas de otros sectores?¿Y que pasa con el turismo que cada vez entran más turistas y se recauda menos, según las cifras oficiales? Y en tercer lugar, todos los informes indican que la capacidad de las familias se encuentra al límite y las últimas subidas de los tipos de interés y su repercusión sobre las hipotecas no indica posibilidades de mejora. Los tres pilares sobre los que se asienta el tan cacareado crecimiento y la buena marcha de la economía española, tienen los cimientos de barro.



Si a esto le unimos que indicadores económicos que definen la situación de una economía capitalista, como son el de producción industrial y la formación bruta de capital, no son favorables; que el déficit comercial cada vez es mayor, en proporción uno de los más elevados del mundo; que nuestras exportaciones siguen lastradas por un diferencial de inflación grande respecto a otros países de la Unión Europea y que se produjo una importante desaceleración en la entrada de capitales, se puede afirmar que la situación económica de la mayoría de l@s ciudadan@s, a causa de la complicidad del PSOE y PP en la aplicación de medidas de carácter neoliberal, que buscan por encima de todo dar satisfacción a los intereses de las burguesías, tanto centralista como periférica, no es tan buena para tod@s como se proclama y quien esta sufriendo, como siempre, y va a seguir sufriendo esta situación es la gran mayoría de la población.


Y hay una coincidencia muy aclaratoria, en la trayectoria de los dos últimos presidentes del gobierno después de su jubilación, pero que tiene relación con las cuestiones que tratamos; Gonzalez al servicio de Carlos Slim, la primera fortuna de Mexico y “asesorando”, cuando se reunen, a las mayores fortunas de America Latina, Santodomingo de Colombia, Cisneros de Venezuela, etc y Aznar cobrando un salario de Robert Murdoch, gran empresario a nivel mundial y uno de los poderosos más reaccionarios del planeta. Es una anécdota, pero esclarecedora, de a quien sirvieron y como se les pagan los favores.



Lo preocupante es, que frente a la política económica de defensa de los intereses de la burguesía que llevan adelante PSOE y PP, no existe una política de clase que se confronte con la misma, al servicio y en defensa de los intereses de l@s trabajador@s; como sucedía hace unos años cuando se planteó el tema de la jornada laboral de 35 horas sin reducción de salario lo que implicaba toda una serie de medidas que significaban romper con el llamado “pensamiento único” que tiene como objetivo hacer creer, a base de repetición en los medios y por parte de la mayoría de las organizaciones políticas, que las medidas que se toman son las únicas posibles, que las alternativas son quiméricas.



La batalla por las 35 horas, era también una batalla por toda una serie de reivindicaciones, que han casi desaparecido en su conjunto, del panorama político; el tema de la democracia participativa que supere el tinglado actual que solo permite el control de ciertas instituciones del estado a los sectores políticos que representan a grupos de la misma oligarquía; por una república federal que elimine uno de los elementos fundamentales del estado heredados del franquismo, la monarquía; la construcción de una nueva sociedad, mas igualitaria y ecológicamente sostenible, donde se plasmase una nueva relación entre los géneros, etc. Era en suma una batalla por una opción de civilización distinta, capaz de aglutinar a los sectores más desfavorecidos de la sociedad para plantarle cara al pensamiento único neoliberal e impugnar sus políticas económicas.



Cuando hoy observamos a sectores de la hasta hace poco izquierda crítica y alternativa, al servicio de las políticas que antes combatían, no debemos dejarnos corromper por el desánimo, y si pensar que cuanto antes comencemos la reconstrucción, antes alcanzaremos nuestros objetivos.



C. Dafonte



viernes, 13 de octubre de 2006

¿ESTATUTO DE NACIÓN OU CUESTIÓN NACIONAL?
















Teñen razón os que defenden a necesidade de debater a situación de Galiza no Estado español, e na súa derivación, na Unión Europea. Os anos de Aznar significaron a ruptura do consenso da Transición, baseado nun acordo, máis ou menos ben asumido, entre a burguesía española e as periféricas. A monarquía xogaba o papel de bonaparte por riba das “mesquiñas” disputas entre os burgueses.

Aznar rachou o acordo coa ofensiva sobre Euskadi, as ameazas de que “a democracia tamén se defende cos tanques” (Mayor Oreja dixti), o relegamento de Cataluña a un segundo plano en beneficio dos sectores máis reaccionarios de Valencia e mesmo da capital (plano Hidrolóxico), e o desprezo máis absoluto con Galiza, exemplificado na actuación na crise do Prestige.


 


Ese foi un dos motivos centrais da crise do PP e a súa derrota eleitoral o 14M; o outro foi a tremenda mobilización obreira e popular. Un sector da burguesía española, apoiada nas burguesías periféricas, illaron ao PP e aos burgueses que representa, e preferiron botar a Aznar para evitar males maiores. E loxicamente, o debate estaba na mesa. Derrotado o goberno máis centralista dos anos da restauración monárquica, qué proxecto teñen para artellar o que se deu en chamar España?


A REFORMA DOS ESTATUTOS.-


Coa reforma dos estatutos pretenden disolver o verdadeiro problema: a cuestión nacional no Estado español.


Para as burguesías é máis que evidente co fundo da cuestión é a defensa da legalidade monárquica institucionalizada na transición. Como din a súa propaganda, os 30 anos de monarquía foron, e son, os mellores anos de “España”, sobre a base dun empobrecemento da poboacion traballadora, hoxe un mozo gaña menos que un mozo hai dez anos, e ten menos dereitos laborais. Ao longo destes anos, a burguesía española, periférica ou non, atopou por fin o seu lugar no mundo, irmán pequeno dos grandes imperialismos, dos EEUU, da Alemaña, da Francia.


As multinacionais españolas, teñan sede en Barcelona, Bilbao, Madrid ou Galiza, corren polo mundo como se foran ianquis. Repsol YPF, Augas de Barcelona, Gas Natural, Telefónica, Calvo, Zara, BBVA, Endesa, Iberdrola, etc., etc., son, hoxe, o símbolo da España remodelada coa monarquía. E, como se foran a súa sombra, os exércitos españois están presentes en medio mundo, dende Afganistán ate Haiti, na defensa dos intereses “patrios”. Aquí hai unidade, é o mesmo unha empresa galega en Venezuela ou Arxentina, que unha española ou catalana, o obxectivo é o de extraer o máximo beneficio da explotación dos traballadores alí onde se atopen.


Pero as burguesías non son só as grandes multinacionais. Unha burguesía é unha rede de accionistas, familiares, subcontratas, pequenos e medianos empresarios, executivos, etc., que teñen os seus intereses ligados, por unha banda as mesmas multinacionais, e, por outra, ao propio mercado interno.


As pelexas que hoxe atravesan a reforma dos estatutos son, precisamente, as pelexas entre estes sectores por facerse co mellor cacho da torta do mercado interno. Porque non se pode esquecer nunca que a parte do leon da plusvalía que extraen tanto as multinacionais como a pequena e mediana burguesía veñen da explotación dos traballadores do Estado Español. O PIB español depende, como calquera outro estado imperialista, nunha porcentaxe moi importante da inversión no estranxeiro, pero o groso do mesmo, o 75%, prodúcese dentro das fronteiras, senón non tería sentido mantelas.


E, trala derrota do PP, cuxo proxecto era o de favorecer os capitais instalados no centro, en Madrid, as burguesías periféricas piden o seu cacho, que toma a forma do debate pola reforma dos estatutos. Por iso é importante o debate dos Estatutos, é a maneira de artellar o reparto da plusvalía xenerada polos traballadores. Por iso, as declaracións dos Méndez Romeu, dos Vázquez, etc., son, dende o punto de vista burgués, mediocres e timoratos: son a vella aposta, xa derrotada, do fraguismo, a falacia de nós non entramos nos grandes debates, e esperamos a ver quen subvenciona as nosas falcatruadas (Cidades da Cultura, onde están enterrados literalmente 340 millóns de euros; e logo falan da crise da sanidade!). QUEIRAN OU NON, GALIZA NACIÓN.- O debate sobre a reforma dos estatutos ten un punto central: o “concepto” de nación. Dende o goberno falan de que é unha cuestión formal, lingüística, que non reflicte a realidade, para logo oporse a súa inclusión. Se tan formal é, que máis dá que se inclúa ou non nos estatutos.


O problema é que non dá o mesmo. Foi Rajoy quen, nun alarde de intelixencia, ligou a definición de nación ao problema da unidade de España. É certo. Calquera nación, polo feito de selo (é dicir, de ser consciente da súa propia existencia como ente autónomo) tende a súa constitución como estado independente. Quen o oculte só se engana a si mesmo e á poboacion do contido profundo da definición, e os debilita fronte aos que, como Rajoy e á extrema dereita, si o teñen claro.


A nación, como calquera relación humana, ten que ver directamente coa consciencia cun colectivo ten de si mesmo, e, polo tanto, como o ven os demais. A cuestión non é se existen elementos obxectivos que a definan (idioma, cultura, economía, etc.), pois exemplos hainos dabondo para todos os casos; Suíza é un país de catro idiomas, EE UU é un país dun só idioma, e moitos estados federados, Francia é un país cun estado e un idioma, Arxentina é un país co castelán como idioma, e ten un estado, e Galiza ten o galego, e non ten estado.


O definitorio é a pregunta: nunha comunidade dada, cuns trazos comúns, hai un sector amplo da poboacion que se recoñece como nación, si ou non? E isto pode verse nos símbolos (vamos ao tema das bandeiras, tan de moda hoxe): nun acto de masas supostamente despolitizado como é o fútbol, nun partido en Barcelona, Bilbao ou A Coruña nunca se verá unha bandeira española, nin pegada á nacional. Pola contra, en Sevilla, Badaxoz ou Madrid, o dominante é a bandeira española, pegada ou non a rexional.


Outro dato máis. Nas nacións do Estado Español, quéirase ou non, o debate está, sempre, atravesado pola cuestión da nación –e iso atravesa tamén á dereita más centralista, ou a socialdemocracia, por exemplo, a dirección de Galiza do PSdG PSOE chámase, e non por casualidade, Cté nacional de Galiza, e non se refire á nación española-. E pola contra, non se debate se Estremadura ou Castela son nacións, o debate esta centrado en Galiza e Cataluña (no caso de Euskadi xa non se atreven a meterse).


Pois ben, se existe unha comunidade social, con trazos comúns, que ten consciencia de si mesma como tal, o que se expresa en partidos, organizacións e organismos sociais que contan cun respaldo social importante, o máis lóxico e democrático é recoñecerlle os seus dereitos como nación.


O PAPEL DA GALIZA.


Dende que nun bando colado na Coruña, en abril do ano 1779 o intendente Astrandi recomendase ás familias pobres galegas “o embarque para Buenos Aires”, o papel da Galiza na conformación do Estado Español é o de aportar man de obra barata; é a condena á emigración sistemática que, con altos e baixos, manténse ate agora: dende o 2000 ata hoxe, 18000 galegos abandonan ao ano Galiza para traballar na construcción no resto do Estado ou noutros estados. Ao longo do século XVIII e XIX destruese a industria textil que xurdiera en torno á poroducción do liño, porque dende o estado se lles impón mercar os productos textís procedentes de Gran Bretaña e Cataluña, o que significó o peche dos 7000 teares que existía nesa época e a desaparción do medio de vida de perto de 70 mil persoas. O “embarque” é a resposta á miseria crecente na sociedade galega.Posteriormente, a condena a emigración mantense pola vixencia ata o seculo XX das relacións feudais na terra, do chamado contrato foral que ataba o labrego a un xeito de producción e propiedade da terra (era un arrendatario que só podía producir o que se establecia no contrato), foron lis atá os anos 20 do pasado século, cando foron redimidos os foros, é dicer, se lles pagou unha indemnizacion ao dono polo rescate da propiedade, e existiron na realidade ata os anos 70 do mesmo século.


Esta condena a emigración basease en dous piares: un, os baixos salarios, a renda per capita galega é un 80% da media estatal, e nunha economía dependente, no que os sectores fundamentais están ligados a producción de materia prima (pesca, leite, enerxía), ou industrias de baixa composición orgánica, baixos salarios e alta precariedade –superase nun 5% a media española- (téxtil, conserva, etc.).


Esta situación ligase a que as relacións feudais na terra, o chamado contrato foral que ataba o labrego a un xeito de producción e propiedade da terra (era un arrendatario que só podía producir o que establecíase no contrato), foron leis ate os anos 20 do século XX, cando foron redimidos os foros, e dicir, se lle pagou unha indemnización ao dono polo rescate da propiedade, e existiron na realidade ata os anos 70 do mesmo século.


A relación da Galiza co Estado Español foi perfectamente definida polo político español do século XIX, Cristino Martos, cando na Iª República sectores liberais galegos propuxeron a “redención” (que non a anulación) dos foros, e este deputado dixo que non podía ser, porque atentaba contra os “sagrados intereses” da nación (española, por suposto). A lei non pasou, as relacións feudais na terra en Galiza mantivéronse 40 anos máis, e se lle condenaba ao atraso feudal e a dependencia, namentras o resto do estado establecía o libre mercado.


Esta dependencia foi máis que evidente ao longo do século XVIII e XIX cando é destruída a industria téxtil que xurdira en torno a producción de lino, porque dende o estado se lles impón mercar os productos téxtiles procedentes de Gran Bretaña e Cataluña, o que significou o peche dos 7000 teares que existía nesa época.


Como é evidente, os trazos que definían a relación de Galiza co resto do Estado, no fundamental, mantense. E agora a burguesía atópase co mesmo debate e a mesma situación: Galiza segue sendo o lugar que emigra, que a súa economía depende, para o seu desenvolvemento mesmo nos seus aspectos máis nimios (as costas galegas, das que depende a meirande parte riqueza do país non están nas mans galegas, senón do Ministerio de turno), das decisións do estado.


Así, por exemplo, a situación do transporte ferroviario na Galiza leva 50 anos de atraso sobre a española, expresado na inexistencia de dupla vía nin redes de proximidades, coa maioría da rede sen electrificar, e unha velocidade media dos trens de 60 km/h, o que o pon a nivel dos países coloniais.


Os sectores productivos fundamentais galegos como a pesca, a enerxía ou o leite non están nas súas mans, senón en mans alleas. A burguesía galega foi, e é, unha burguesía cipaia, cuxo proxecto é o de ser intermediaria entre os poderes estatais e a poboacion traballadora galega, e nese proxecto coller o maior cacho posible: non ten un proxecto propio como nacion.


Os recentes exemplos da resposta do goberno central e da Xunta do PP ao maior atentando que sufriu o pobo traballador galego nos últimos anos, o Prestige, amosan que a reacción e a política segue a ser a de 1779, de recomendarlle a poboacion galega “o embarque a Buenos Aires”, e os que queden, aguantar salarios máis baixos cá media do estado e co índice de precariedade máis alto.


DE QUE DEBATEN.-


A reforma do Estatuto, e a definición do marco no que se move a sociedade é importante. Claro que o é. Se ningún sector social da Galiza se recoñecese como nación, non tería ningún sentido defender o dereito a autodeterminación.
Pero o feito de ratificarse como nación non resolve o problema: non é unha cuestión de autoafirmación, senón de loita de clases.


O estado unitario, a definición de España como “una, grande e libre”, é un berro cun profundo contido económico e político, é unha defensa do seu, do seu papel de “quen parte e reparte leva a mellor parte”. Así, cando o Príncipe de Asturias fala da defensa da unidade e a Constitución, fala da defensa da súa institución, a monarquía, cuxa existencia está ligada a esa unidade e a esa constitución. Como di o outro, defende o “seu posto de traballo”, e defendéndoo, protexe os “postos de traballo” e os beneficios de moitos coma el, que unha república federal mandaría ao paro.


Cando Esperanza Aguirre di que Endesa non se pode ir ao estranxeiro, é dicir, non a pode comprar Gas Natural, defende os seus intereses como administración que depende de que Endesa siga realizando os seus beneficios en Madrid, froito da explotación dos traballadores galegos e españois (o 6% da enerxía eléctrica española prodúcese na Central Térmica das Pontes de García Rodríguez), dos traballadores de América Latina, etc. Para Esperanza Aguirre o que non se pode ir ao estranxeiro son os beneficios, non a explotación dos traballadores, eso xa está no “estranxeiro”.


Neste confronto atópanse dúas frontes, unha, o do PP e os sectores máis españolistas do PSOE, os dependentes do aparello do estado herdeiro do franquismo, coa institución monárquica ao fronte, os militares e a xudicatura, dous, as burguesías “periféricas”, a socialdemocracia, as direccións sindicais, que, dentro da estabilidade, queren reordenar o estado, cara a evitar males maiores.


A loita contra o PP ten o significado de rematar cos herdeiros directos do franquismo, coa extrema dereita que nunca deixou de controlar os resortes do estado, pois a súa fronte atópase a monarquía. E contra ela, a reforma dos estatutos non son máis que intentos timoratos, condenados por si mesmos a frustrar novamente as aspiracións dos pobos do estado. Fronte á dureza e á firmeza da dereita, opónñenselles as tímidas mensaxes dos Zapateros e Llamazares, que defenden a institución fundamental, a monarquía. Preocúpalles máis a estabilidade burguesa que respostar as esixencias dos pobos.


O CAMIÑO DA AUTOTERMINACIÓN E O SOCIALISMO.-


A burguesía galega, cuxo proxecto –que o ten- non vai máis aló da renegociación do Estatuto co estado central, demostrou historicamente o seu carácter reaccionario. A súa incapacidade para encabezar o reto do desenvolvemento dun país condenado polo estado centralista ao atraso deixa, sen lugar a dúbidas este reto nas mans doutros actores sociais.


A burguesía galega só quere ser parte da renegociación do diñeiro que pon en cuestión a estructura do estado centralista: se 128 mil traballadores galegos pagan o seu IRPF en Madrid, para a burguesía galega o problema no é a recuperación intengra dese diñeiro, senón a negociación da cota que o Estado devolve. Se o 30% da actividade non mar se produce en Galiza, a burguesía galega acepta de bon grao que só o 3% volve en investimentos no Instituto Social da Mariña. A burguesía galega confórmase con coller un pouco do cacho que o poder central lle dá.


Así, O recente, e fracasado, intento por parte dun sector burgués galego de recuperar unha empresa, que ten os seus centros productivos na Galiza, pero a súa cabeza en Madrid, pero que foi galega, Unión Fenosa, demostrou ás claras o seu verdadeiro carácter.
Nin foron capaces de imporse ao capital español (BSCH e ACS), e afrontaron a batalla coa derrota na mente: para eles España non ía oporse á compra, porque eles son “españois”. Pero a realidade demostroulles que español só é aquel que ten a súa sede en Madrid ou arredores, os demais, como din Esperanza Aguirre, son “estranxeiros”, e a burguesía española non podía permitir que a enerxía
estea controlada por “estranxeiros”, Iberdrola no País Vasco, Gas Natural e a opa contra Endesa, e Unión Fenosa en Galiza. Eso non podía ser, e non foi.


Por iso, a reforma no estatuto, aínda que comece con declaracións xenéricas sobre o carácter de nación da Galiza, non vai afrontar os problemas centrais do pobo traballador galego, a precariedade, os baixos salarios, a emigración, e explotación dos recursos naturais sen ningún investimento dos lucros xerados, a drenaxe do aforro galego para fora, a falta de reinvestimento, a drenase do aforro galego para fóra, o desinvestimento nos servizos (transporte publico, sanidade,...), etc. Non pode afrontalos, porque isto suporía rachar coa monarquía centralista, e avanzar cara unha república federal, baseada no recoñecemento do dereito á autodeterminación.


Avanzar neste camiño, é dicir, un reordenamento da Galiza baseado na prohibición por lei da precariedade, a suba dos salarios ata chegar á media española, o reinvestimento dos lucros xerados polos traballadores galegos no desenvolvemento das infraestructuras e servizos, etc., supón rachar coa división do traballo imposto polo capital español e galego, rematar co papel dependente e subsidiado da sociedade galega.


E o plano do goberno bipartito non é ese. Para un sector do bipartito, o PSdG, o máximo está en mellorar as condicións nas que se produce man de obra cara á emigración, por iso o esforzo nos orzamentos no I+D, e o escaso apoio que lle deu á tentativa de comprar Unión Fenosa, non por quen a domine, senón porque a súa marcha significou a desaparición de 800 postos de traballo directos (as declaracións de Touriño, “confiando” na boa vontade de Gas Natural ou de Florentino Pérez para con Galiza é a vella historia do subvencionado); para o BNG é o de presionar para que as “subvencións” sexan mellores: van votar os orzamentos estatais porque lle dan 30 millóns de euros máis do previsto.


O plano do bipartito é integrar Galiza nos novos eidos da política española, mantendo a estabilidade burguesa. Pero a resolución dos problemas do pobo traballador non teñen nada que ver coas contas de resultados dos capitalistas, nin coas súas relacións de forza.


O pobo traballador ten que ser independente das liortas nas que se meten cara á resolución das súas contradiccións. A dependencia de Galiza do Estado inflúe dunha maneira directa nas condicións de vida dos traballadores, da mocidade, a condena a elixir entre a precariedade ou a emigración; pero a saída non esta no seu illamento do conxunto da poboacion traballadora española.


O estado español, namentres exista unido, é o inimigo fundamental ao que oporse. Levantar a política do dereito a autodeterminacion, é dicir, da resolución da cuestión nacional co recoñecemento da soberanía dos pobos, vai ligado a loita contra o réxime que as burguesías, tanto a española como as periféricas, se deron e seguen defendendo, a monarquía “juancarlista”; e esa loita esixe a maior unidade dos traballadores do Estado.


É máis. Nas circunstancias actuais, nas que o 60% da lexislación española depende da Unión Europea, e que politicamente a implicación do estado no conxunto da UE supón a ligazón da estabilidade burguesa do conxunto da Unión, o camiño da soberanía nacional galega só é posible facelo da man dos traballadores españois e europeos.


A denuncia da reforma do estatuto galego baséase na esixencia da resolución da “vella” cuestión nacional do estado español e a esixencia dunha verdadeira solución do conflicto social que se atopa no fundo. A reforma do estatuto non vai dar resposta nin a un nin a outro.


Roberto LaxeCorrente Vermella/Corriente Roja