Roberto Laxe
Más allá de cuestiones terminológicas
sobre la clase obrera, que como luego veremos no son tan formales, esta es la
pregunta del millón ante la crisis, y decadencia más que evidente del sistema
capitalista; incapaz de salir del pozo en el que se metió hace más de diez
años. Llevan diez años especulando con todo lo especulable, desde la deuda
soberana de los estados hasta los jugadores de futbol, porque no hay un sector
o sectores de la producción que tengan las rentabilidades para los inversores
que tiene la especulación.
En su momento fue la máquina de vapor y la
mecanización de la industria, con el desarrollo del transporte ferroviario;
posteriormente el motor de explosión y el fordismo, la industria que se mueve
alrededor del petróleo, que en los sesenta del siglo pasado alcanzó su cenit.
En el 72 / 73 este esquema rompió, y durante años estuvieron
desindustrializando, hasta que a finales de siglo se produjo la explosión de la
informática, la informatización de la sociedad.
En todos los casos se produjeron movimientos en la organización del trabajo y las relaciones sociales; la mecanización sustituyó miles de puestos de trabajo que provocó la destrucción de maquinara, vista como el “enemigo”. El fordismo destruyó definitivamente las formas artesanales de producción, y la informática sienta las bases para la socialización del trabajo, al hacerlo más productivo: un solo trabajador, con una maquina produce hoy lo que toda una cadena de producción hace décadas. Pero como en el pasado, se abren nuevos sectores ligados a la fabricación de nuevos productos, todavía sin desarrollar.
La nanotecnología, la ingeniería genética,
la industria de la salud, la industria eólica o solar, la de las mareas,... ;
la fabricación de la maquinaria precisa para esos nuevos sectores sin
desarrollar, asi como la minería de extracción del material preciso para esas
tecnologías (litio, coltán, piedras raras, etc.) apuntan a que el trabajo de la
clase obrera sigue siendo imprescindible para el sistema capitalista. Dicho de
otra forma, mientras sigua habiendo capitalismo habrá trabajo asalariado, son
inseparables.
Los cambios formales en las relaciones de
trabajo no modifican el fondo de la discusión, el trabajo asalariado, la venta
de la fuerza de trabajo por un salario, para producir una mercancía que se
lleva al mercado, y con su venta el tiempo de trabajo contenido en ella se
transforma en capital, y su forma monetaria, el dinero.
La crisis se manifiestan en una decadencia
social que amenaza conducir a la sociedad a futuros apocalípticos más parecidos
a los Juegos del Hambre o Divergente, que a la realidad actual. El problema no
está en diagnosticar la crisis del capitalismo, hasta ellos mismos cuando
estallo la crisis en el 2007, hablaron de “refundarlo”, el quíz de la cuestión
estriba en definir qué alternativa social, y por ende, que sujeto social puede
catalizar la respuesta social.
La clase asalariada existe, es
empiricamente comprobable; los datos de la OIT así lo confirman, tanto en el
campo como en la ciudad la mayoría de la población activa (el 50 y el 70%
respectivamente) lo componen trabajadores y trabajadoras que venden su fuerza
de trabajo por un salario, los asalariados y asalariadas. Pero como llevamos
muchos años sumidos en la dispersión social, en la visión fragmentaria de la
sociedad, sin que se haya avanzado ni un ápice en la transformación social, al
revés, se ha retrocedido, se demuestra que las tesis que defendían el “adiós al
proletariado”, la “muerte del socialismo”, han fracasado estrepitosamente. Y
ahora toca reconstruirlo.
En este sentido, y frente a esa visión
fragmentaria de la realidad que busca remedios a la sociedad sobre la base de
la suma aritmética de opresiones, hay que recuperar la máxima que es una
conquista del pensamiento humano, “el todo es superior a la suma de las
partes”; pero entendiendo el “todo” no como la suma aritmética, sino como la síntesis,
la clave de la bóveda, que une esas partes y les da una coherencia interna.
1.- Es portadora de un nuevo modo de
producción
Decía Marx en la Critica al Filosofía
del Derecho de Hegel que una clase es revolucionaria sólo hablando “(...)
en nombre de los derechos universales de la sociedad (...). La energía
revolucionaria y la conciencia moral del propio valor no bastan solamente para
tomar por asalto esta posición emancipadora y, por lo tanto, para el
agotamiento político de todas las esferas de la sociedad en el interés de la
propia esfera”.
Se pueden buscar los sectores sociales que
dicen hablar en nombre de los derechos de toda la sociedad, y seguro que desde
un punto de vista moral hay muchos, las mujeres, las naciones oprimidas, las
razas oprimidas,... Todas ellas tienen moralmente todo el derecho del
mundo para hablar en nombre de los derechos de la sociedad; sin lugar a dudas.
Pero no es una cuestión ni de energía ni de conciencia individual, sino
colectiva, social; de una alternativa en “todas las esferas de la sociedad”,
que se concreta en tres palabras, “modo de producción”.
Un “modo de producción” es la forma que
tienen los seres humanos de organizar la producción de bienes y servicios, para
su reproducción como especie. Modos de producción previos al capitalismo ha
habido en toda la historia de la humanidad: el “comunismo primitivo” basado en
el uso común de los recursos (el concepto de propiedad les era desconocido), el
modo de producción asiático, que suponía una relación muy concreta con grandes
accidentes naturales sobre los que basaban su riqueza, a los que debían
controlar (el Nilo o el Yang Tse, el Tigris y el Eufrates, grandes cordilleras
como los Andes, etc.), el modo de producción esclavista, basado en el trabajo
esclavo y la guerra, y el feudalismo, incluso en su versión más reciente, el
estado absolutista, apoyado en la servidumbre y la guerra.
Todos ellos tenían una relación de
dependencia total de las fuerzas de la naturaleza; eran estas las que
determinaban en gran medida su ascenso y caída. Además, no eran modos de
producción “económicos” (como demuestra Rosa Luxemburgo en Qué es la Economía?),
sino que se basaban en la fuerza militar para su expansión y acumulación de
riqueza. El colonialismo de los imperios antiguos, fueran asiáticos,
americanos, europeos o africanos, tenían como fuerza expansiva la ocupación
militar para el saqueo de las riquezas y de mano de obra esclava, o el cobro de
los impuestos; el ejemplo más perfeccionado de este colonialismo fue le Imperio
Romano.
La citada dependencia de las fuerzas
naturales era consecuencia de su escasa productividad, el trabajo estaba basada
en la fuerza fisica del ser humano o de los animales, lo que hacia que las
crisis se manifestaran en la forma de “subproducción”. Cualquier sequia o
cambio en la climatología provocaba hambrunas y epidemias que acababan con
millones de seres humanos y desorganizaban la sociedad, con constantes
revueltas campesinas y populares. Como ninguna de ellas eras “portadora” de un
nuevo modo de producción, sino que reproducían el anterior, el tránsito se solía
resolver en un cambio de dinastía gobernante... hasta la siguiente crisis. La expansión
del Islam es paradigmático de este fenómeno, que solo supuso un cambio en la
superestructura militar y gobernante, sin que hubiera una modificación de las
relaciones sociales de producción; solo cambiaba quién se apropiaba de los
excedentes de producción vía impuestos.
Solo en momentos puntuales, cuando el
“agotamiento” de la sociedad anterior era abrumador, esta colapsaba y se
derrumbaba; de sus cenizas surgía un nuevo modo de producción. Pero lo hacia no
de una manera instantánea, sino que se iba conformando a lo largo de los siglos
a través de la fusión de viejos y nuevos elementos, sin la menor consciencia
social de que algo nuevo estaba surgiendo.
En los márgenes de estas sociedades
siempre hubo mercado, trabajadores y trabajadoras libres, que vivían de la
venta de su fuerza de trabajo. En contra de lo que se cree, las pirámides
fueron obra de trabajadores libres, y es en Egipto donde se registra la primera
huelga de la historia. Pero es en los márgenes del sistema, la acumulación de
riqueza y el poder no se construyen alrededor del trabajo asalariado y del
mercado, sino de la fuerza militar para ocupar otros pueblos. Será la burguesía
la que cambie de arriba abajo esta relación, y la primera que provoque un
cambio de modo de producción de manera consciente; los filósofos de la
Ilustración y burgueses(Voltaire, Montesquieu, Rousseau, Kant, Hegel,...), los
economistas clásicos (Smith, Ricardo, Say,...) y los teóricos de la política
(Maquiavelo, Montesquieu,...) construirán la teoría del modo de producción
capitalista y del estado burgués.
La hegemonía de la burguesía comporta un
modo de producción opuesto por el vértice a todos los anteriores, lo que le
permitió “hablar en nombre de los derechos de la sociedad”. Frente a ellos que
basaban su riqueza en la fuerza militar, la burguesía lo hace a través de la
libertad, libertad para contratar y ser contratado, libertad para vender fuerza
de trabajo, “libre” de la esclavitud, libertad para comprar y vender la tierra
y sus productos, “libre” de las servidumbres feudales (la reforma agraria); con
su programa revolucionario se identificaban esclavos y siervos, campesinos y
pueblos oprimidos.
Para la acumulación de riqueza ya no es
necesario tener un ejército ampliamente superior al del enemigo, ahora con
explotar a millones de seres humanos basta; y con tener una fuerza policial
suficiente para que éstos seres humanos acepten “libremente” la venta de su
mercancía fuerza de trabajo. Surge con ellos una nueva clase que también es
portadora de un nuevo modo de producción, el proletariado en su sentido más
amplio.
Como la burguesía, es portadora de un
nuevo modo de producción basado en la desaparición de la “libertad” burguesa de
explotación; por eso, a diferencia de otros sectores sociales, hablan en nombre
de los derechos de toda la sociedad no por un criterio moral o de voluntad
revolucionaria, sino por su papel en esa misma sociedad, en la producción y
distribución de bienes y servicios.
Si la clase obrera tomara el poder no se
subrogaría como clase dominante y explotadora, porque en su esencia está no ser
propietaria individual de los medios de producción y distribución, su
alternativa social , el socialismo, solo es viable si es colectiva, social. En
su esencia esta no poseer nada más que su fuerza de trabajo, y al
liberarse de las cadenas de la explotación, liberan al conjunto de la sociedad
del dominio burgués. El ejemplo del ascenso y fracaso de los estados obreros
demuestra que, o bien avanzaban hacia el socialismo, es decir, la destrucción
definitiva de la propiedad privada de los medios de producción y distribución,
o volvían al capitalismo; al ponerse al mando de estos Estados la burocracia
contrarrevolucionaria, la vuelta al capitalismo era la principal opción. La
burocracia no comportaba un nuevo modo de producción, sino que era una casta
social parasitaria del estado obrero, que empujaba en el camino de la
restauración.
2.- Es la clase explotada por excelencia
Esos millones de seres humanos, hombres,
mujeres y niños, a los que el capital expropia sus medios de supervivencia, los
artesanos son arruinados, los campesinos libres pierden su tierra, los esclavos
son “liberados”... para trabajar en fábricas y haciendas por un salario, se
constituyen en clase en sí; es decir, no tienen más propiedad que su fuerza de
trabajo, que tienen que vender a un capitalista si quieren sobrevivir. Son
“proletarios” en el sentido etimológico de la palabra, “solo tienen a su
prole”. En este sentido hablaba Engels de la “proletarización” de las clases trabajadoras
(artesanos, campesinos, pequeño burgueses, esclavos,...).
Esto es lo que significa lo que Marx
afirma en la obra citada, “para que coincidan la revolución de un pueblo y
la emancipación de una clase particular de la sociedad burguesa; para que un estado
de la sociedad se haga valer por todos, todas las fallas de la sociedad deben
encontrarse, a su vez, concentradas en otra clase”.
La opresión es un concepto social, que
aunque tiene consecuencias económicas obvias (ahorro de gastos por parte del
capital, por ejemplo), no es igual a la explotación, no se produce con su uso
un nuevo valor, una plus-valía sobre el capital invertido; entender esta
diferencia es clave para determinar el sujeto social de la revolución; para que
“coincidan la revolucion de un pueblo y la emancipación de una clase particular
de la sociedad burguesa”, esta clase debe ser objeto de explotación.
Cuando el capital envió millones de seres
humanos a las fábricas no lo hizo por especial maldad, de hecho en muchas
ocasiones supuso superar el estadio de servidumbre o esclavitud al que estaban
sometidos; sino que lo hace porque solo el uso de la fuerza de trabajo,
conseguido a través de su venta libre en el mercado de trabajo, genera más
valor.
La fórmula del capital es D-M-D', de la que
D es el capital invertido, M la mercancía producida y D' el capital invertido
incrementado por los beneficios incorporados a la mercancía a través del
trabajo humano, de la clase que trabaja para el dueño del capital. La clase
obrera concentra en si la explotación económica, y la opresión social y política.
La producción de mercancías aliena a la persona trabajadora, puesto que con su
fuerza de trabajo produce una mercancía que no es suya, sino del dueño del
capital, y la cosifica, puesto que la convierte en una mercancía parte de la
maquinaria productiva; asimismo transforma todas las relaciones humanas en
relaciones económicas, los seres humanos no se relacionan como tales sino a
través del mercado y la compraventa de mercancías, entre cosas, del que dinero
es el “poderoso caballero”. Esta es la base material, interna al sistema, de
todas las opresiones que se concentran en la clase obrera.
Además sufre una opresión externa al
propio proceso productivo; la “libertad” del capitalismo es formal, los trabajadores
y las trabajadoras no acuden al mercado de trabajo ni “libremente” ni en
igualdad de condiciones que el capitalista, sino que lo hacen compelidos por la
necesidad de sobrevivir, y para hacerlo, el capitalista tiene sus herramientas
politicas, sociales e ideológicas que los fuerzan. Las relaciones sociales
contradictorias surgidas de la explotaciòn nos conducen al tercer elemento para
definir el sujeto social del cambio.
3.- clases enfrentadas
“Para que una clase sea la libertadora por
excelencia, otra clase debe, por lo tanto, ser la clase evidentemente
opresora”. Esta es la conclusión de Marx para definir objetivamente el sujeto
social de la revolución.
Frente al proletariado aparece como
explotadora la burguesía, la propietaria de los medios de producción y
distribución que acumula la riqueza generada por la explotación en la forma de
ganancia. La lucha de clases es la consecuencia lógica entre los que producen
la riqueza socialmente y los que se apropian de ella privadamente; se reduce,
en última instancia, a la lucha por quién se apropia del plusvalor generado en
la producción de mercancías, o el dueño del capital o el dueño de la fuerza de
trabajo.
Los clase propietaria (o sus
representantes) aparece evidentemente como la clase opresora; como la
beneficiaria concreta de la opresión que sufre la otra clase; es contablemente
demostrable. El Ministerio de Hacienda es más “marxista” que muchos que se
dicen marxistas, pues diferencia con claridad entre “rentas de trabajo” y
“rentas de capital”. Y tan beneficiaria es de esta opresión la clase burguesa o
capitalista, que desde hace décadas la relación entre la aportación al PIB de
un estado de las rentas de capital respecto a las del trabajo se está
decantando abiertamente por las primeras.
Asi, las modificaciones jurídicas de las
relaciones capitalistas de producción no cambian el trabajo asalariado, sino
quien se apropia cada vez más de la riqueza social generada por la clase
trabajadora. Este es el fondo material de la lucha de clases, del
enfrentamiento entre las clases sociales, que se manifiesta en todos los
ámbitos de las relaciones sociales y políticos, desde la vivienda hasta el ocio
o la salud. La pertenencia a una clase u otra determina, y de que manera, la
esperanza de vida de las personas, su calidad de vida y hasta sus actitudes más
personales.
Anexo;
del artículo La Clase Media vuelve a ser
Clase Obrera)
“Clase asalariada, clase obrera y
proletariado industrial
La crisis sacó del “paraíso” a millones de
ser humanos, pues les dejó sin su medio de vida, el salario. De súbito, se
dieron cuenta de que eran asalariados/las, clase obrera en el mas amplio
sentido, todos aquellos que viven de la venta de su fuerza de trabajo por un
salario.
Es una vieja discusión no sólo en el
marxismo, sino tambien en el conjunto de la izquierda, sobre el concepto de
clase, y en el concreto, de clase obrera, pues ni Marx, ni los marxistas
dejaron una definición clara de clase obrera, más allá del hecho objetivo de
que una clase “no se define por la cantidad de dinero que lleva en su
bolsillo”, sino por su relación con la propiedad de los medios de producción,
distribución y financieros.
Esta claro que el desenvolvimiento del
capitalismo, la extensión de las sociedades por acciones y el imperialismo, que
suponen una separación entre la propiedad de la empresa y su gestión, dejada en
las manos de “asalariados” como los gerentes, consejeros delegados,
administradores, etc introduce elementos nuevos en la definición. En realidad
estos sectores supuestamente asalariados/as vienen a ampliar el concepto de
burguesía, que ya no es el propietario directo de la empresa sino un lío de
accionistas, grandes y medianos, altos ejecutivos, directivos,... todos ellos
con importantes ingresos a costa de la producción y distribución de las mercancías,
aunque tengan la forma de “salario”. La clase burguesa actual se caracteriza
por ser un agrupamiento de seres humanos que les une, no tanto la propiedad
directa sino también las inversiones productivas o especulativas en empresas,
bancos, aseguradoras, fondos de inversión, etc., etc., de donde sacan sus
rentas.
En otro polo de la sociedad, entre los y
las asalariadas, se produce la “proletarización” de las capas medias de la
sociedad, de los técnicos y licenciados, que no hace tanto eran profesionales
liberales como forma muy “elegante” de hablar de pequeños burgueses. Hoy, la
mayoría de los médicos, arquitectos, químicos y técnicos en general tienen como
su futuro su proletarización, y una minoría se incorporará a la burguesía. La
sociedad se polariza, como lo demuestra que un sector de la vanguardia de la
lucha contra las privatizaciones de la sanidad en Madrid sea llevada por los médicos.
Y sí, es proletarización, porque muchos de
ellos van incorporarse a las grandes empresas que por mor del desarrollo de la
capacidad productiva del sistema, hace de ellos los obreros industriales del
futuro (la nanotecnología, que fabricará en laboratorios lo que hoy se hace en
plataformas petrolíferas, refinerías, etc.).
La clase obrera industrial, el “viejo”
proletariado en sentido estricto, tiene iguales estratificaciones que la
producción, el sector I, extracción de materias primas (minería, pesca,
agroganadería, etc.) y fabricación de maquinaria para la industria, el
comercio, servicios, (bienes de equipo), transformación de la materia prima, etc.,
cuyo mercado son los propios capitalistas como dueños del capital. El sector II
de la economía, la fabricación de bienes de consumo como el textil, el
automóvil, la industria del ocio y el ocio, teléfonos móviles, aplicaciones
informáticas,..., que pueden tener como punto final las masas o en una
especialización, el consumo de bienes de “alto standing”, dirigido a los
capitalistas como individuos.
El consumo, el uso, de estos bienes
suponen la satisfacción de una necesidad real o ficticia del ser humano; pero
hay un sector que desde los años 40 el 50 controlan el 50% de la economía
yanqui y el 20% mundial, el llamado “aparato militar industrial”; es la
industria de la guerra y el armamento, que aún generando plusvalía, en realidad
no satisface ninguna necesidad social, su uso/consumo sólo puede ser
destructivo.
Sea como fuere, todos constituyen el
proletariado industrial, es decir aquellos asalariados/as que con su trabajo
modifican el producto original (sea materia prima o no) aportándole en ese
proceso el tiempo de trabajo necesario para su producción (trabajo abstracto).
Construya lo que construya, elabore lo que elabore, sea un producto material
como un coche, un barco o la transformación de bauxita en aluminio, sea un
producto inmaterial como un software, una aplicación informática, una serie de
TV o un film (aunque todos ellos tengan un soporte material, un hardware donde
se incorporan), es proletariado industrial en su acepción mas tradicional. Con
su trabajo modifica el uso de la mercancía original de tal manera que el
consumo de la fuerza de trabajo produce un excedente económico, incorporado a
cada mercancía en particular (trabajo concreto). Este tiempo de trabajo
incorporado en el cambio en el valor de uso, la plusvalía, adquiere su forma
dineraria en el mercado, en la venta de la mercancía en la competencia con
otros productores de mercancías. A través del incremento de la productividad
del trabajo se determinara el valor de la mercancía fuerza de trabajo.
Este proceso de producción para el mercado
implica otros sectores de la clase asalariada necesarios para que el tiempo de
trabajo incorporado en la producción de mercancías lleguen el consumidor, es el
transporte y la venta. Son los trabajadores/as no industriales, pero necesarios
para que el bien producido se rentabilice en la forma en la que el capital
quiere, dinero.
No generan ninguna plusvalía porque no
modifican el uso de la mercancía original en una nueva, no le incorporan tiempo
de trabajo excedente con su trabajo; pero no por eso no son necesarios, pues
las mercancías no llegan solas al consumidor. Como se diría, todos son
necesarios, pero sólo unos son imprescindibles.
La economía capitalista sublima la
importancia de los primeros frente a los segundos porque en sus cabezas lo
imprescindible es la forma dinero de la fuerza de trabajo. En la cabeza de los
capitalistas solo cabe una idea, mercancía=dinero. Cómo esto se consigue, tanto
le tiene, la cuestión es que se convierta en dinero.
Este, por cierto, es uno de los motivos
que llevan la que los economistas actuales, los social liberales y los
neoliberales, no acierten con la salida de la crisis. Unos recomiendan aumentar
la inversión publico para aumentar el consumo, porque el problema es que ha un
bajo consumo (las mercancías no hallan comprador), otros, recomiendas
austeridad y rebaja de los llamados costos laborales, porque así, piensan,
aumenta productividad y la competencia, olvidando que hoy hay exceso de
competencia.
Ni unos ni otros ven el fondo del
problema, que es a largo plazo y estratégico: la capacidad productiva del
sistema es tan grande que la tendencia es la deflación, es decir, la caída del
valor real de las mercancías y con ella de los beneficios empresariales.
El proletariado industrial es la parte
imprescindible para el sistema capitalista, pues es aquel sector, mas o menos
grande, que con su trabajo modifica el valor de uso de las mercancías. Pero el
proletariado industrial no es la clase obrera/trabajadora/asalariada, es una de
sus partes, y la lucha del es la lucha de toda la clase.
La aristocracia obrera es la clase media
En definición de Lenin, la aristocracia
obrera es aquel sector de la clase que se beneficia de las migajas que caen de
la mesa de las grandes multinacionales, corrompiéndolas y haciéndolas cómplices
de la opresión de los pueblos que saquean y de la explotación de sus clases
trabajadoras.
Por su nivel de vida, de ingresos y mismo
condiciones de trabajo, estos sectores ase asimilan a la pequeña burguesía,
viven con ellos, en los mismos barrios e iguales condiciones. Este
asimilamiento no podía por menos que tener consecuencias en la forma de pensar,
en su visión de la vida. La ideología de las “clases medias” les permite
explicar esa situación social, asalariado por la forma que tienen de ganarse la
vida, pequeño burgués por las formas de vida.
Pero la “vida es dura”, y una crisis como
la actual no podía dejar de golpear muy seriamente a estos sectores de “clase
media”, recordándoles lo que realmente son, las capas altas de la clase obrera,
la aristocracia obrera... venida a menos, en decadencia. Muchos de ellos se
reintegraran entre la clase obrera, pero otros buscarán salidas individuales,
“emprendedoras” a la crisis. Su profundización, que es inevitable en las
condiciones actuales, les va a decepcionar con el ser humano y hará de ellos
carne de fascismo.”
Galiza, mes de junio de 2018
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