A convicción profunda da actualidade da revolución, fai necesaria a organización política da clase obreira.

G. Lukács
 

jueves, 19 de abril de 2018

EL DESARROLLO DESIGUAL Y COMBINADO EN LAS RELACIONES INTERNACIONALES. (II)


La restauración del capitalismo y el desarrollo desigual y combinado
Formalmente parecería que tras la ruptura de la paridad dólar-oro el mundo era totalmente norteamericano; pero es una ilusión, a la que ayudan, y de que manera, las campañas de propaganda lanzadas por el control de la industria del ocio que tienen. Como vimos, esa ruptura es una manifestación de debilidad; el imperialismo yanqui en retroceso, para mantener la cuota de plusvalía a nivel mundial, se encomienda al control político y militar de las instituciones.
Mientras el dólar estuviera ligado al valor del oro, la cantidad de dinero circulante tenía un límite objetivo, el valor del oro; no podían fabricar más dinero del que ese valor les permitiera. Cuando estalla la crisis en el 72 / 73 el gobierno norteamericano se ve en la obligación de fabricar más dinero que oro tiene en sus reservas (incluidas las que tiene como “rehén” tras la II guerra, de Alemania, por ejemplo), puesto que la tasa de ganancia ha caído de una manera significativa reduciendo los márgenes de beneficio de las empresas: la subida del precio del petróleo es la forma que toma a nivel mundial esta caída de la tasa de ganancia.

Este cambio de ciclo en la economía mundial se puso de manifiesto con el fin de la expansión productiva de los “treinta gloriosos”; todos los estados imperialistas sufren exactamente el mismo proceso de reconversión industrial, hasta llegar a los “cinturones del óxido” que hoy existen en todos ellos, más o menos ocultos por los museos mineros o industriales, en los distritos que en aquél momento eran el corazón del capitalismo mundial; desde Pittsburg o Detroit hasta la Cuenca del Rhur, desde las minas asturianas hasta Sheffield o Manchester; en todos los estados capitalistas occidentales se da la misma imagen: el cierre masivo de empresas.
La tendencia decreciente de la tasa de ganancia tiene como uno de sus efectos contrarrestantes el que el capital extienda su mano a nuevos mercados, a nuevos territorios que ocupar, a incorporar nuevos contingentes de trabajadores / as que escapan al mercado laboral de las zarpas de la ley del valor, que reinicien el ciclo de acumulación de capital. En los 80 los estados obreros ya comenzaban a dar signos de agotamiento fruto de la conducción burocrática de la economía; el absurdo de la burocracia que solo producía en función de sus estrechos intereses, estaba llevando a esa conquista de la clase obrera al desastre.
La restauración del capitalismo es la otra cara de la misma política neoliberal que desmantela las conquistas del llamado “estado del bienestar”. El mismo motivo que provoca la ruptura de la paridad dólar-euro, la tendencia decreciente de la tasa de ganancia y la aparición del neoliberalismo, es la que acelera los planes del imperialismo para restaurar el capitalismo en los estados obreros.
Destrucción de los Estados Obreros y del Estado del Bienestar van de la mano, y son la obsesión de los nuevos dirigentes occidentales, con el triunvirato Reagan-Thatcher-Juan Pablo II a la cabeza: el capitalismo necesitaba una reducción efectiva del valor de la fuerza de trabajo, y la destrucción de esas conquistas sociales era el camino para lograrlo. Pero a diferencia de lo que piensan los conspiranoicos defensores de las burocracias estalinistas, el proceso no fue controlado, sino que fue abiertamente revolucionario.
Las masas trabajadoras se levantaron contra unos regímenes que, consciente o inconscientemente, abrían las puertas a la restauración capitalista, empobreciendo a las masas fruto de la contrarrevolucionaria teoría del “socialismo en un solo país”; mas, fueron levantamientos más instintivos que conscientes, por lo que las direcciones pro capitalistas (surgidas de la misma burocracia en la inmensa mayoría de las ocasiones) pudieron cabalgarlos y desviarlos hacia el pantano de la “democracia” capitalista.
Tras varios años de inestabilidad social, el capitalismo se ha asentado en todos ellos, y de una manera peculiar ha realizado una acumulación originaria de capital, sobre la base de la “proletarización” de sus poblaciones. Bajo el estado obrero, la clase trabajadora no vendía su fuerza de trabajo en el mercado, no sufría la explotación capitalista; lo impedía la misma existencia del estado obrero, del que eran jurídicamente propietarios, aunque la gestión estuviera en manos de la burocracia, el control del comercio exterior, la planificación de la economía, así fuera burocrática. La implosión de esos estados revienta las relaciones sociales de producción no capitalistas en los que se basa; deja a la clase trabajadora sin quien les garantiza sanidad, educación y el mismo trabajo; los proletariza, dejándolos solo como única propiedad, su fuerza de trabajo, en un proceso parecido a la proletarización del campesinado y los artesanos a comienzos de la revolución industrial, cuando el capital les arrebata sus medios de vida y los empuja al mercado de trabajo.
Por otro lado, las inversiones imperialistas junto con el cambio de chaqueta de la burocracia, convertida en propietaria de medios de producción, ya por la vía “legal” (China!), ya por la vía mafiosa (Rusia!), provocaron la aparición de unas burguesías nacionales que se beneficiaron de esa acumulación originaria de capital.
No es el mismo proceso de China y de Rusia; el primero da el salto cualitativo a la restauración cuando el estado obrero derrota a las masas en Tiannanmen; a partir de aquí el PC Chino controla férreamente el proceso, haciéndolo, paradójicamente, de una manera planificada a través de los Planes Quinquenales que regularmente aprueban. El caso ruso es el opuesto, la restauración se produce tras un caótico proceso generado por la implosión de la URSS, la disgregación y las guerras nacionales (Chechenia, Cáucaso,...), con los burócratas convertidos en mafiosos, que, como los viejos corsarios ingleses, aprovechan para enriquecerse con el saqueo del estado y convertirse en capitalistas. Son dos procesos distintos, que resultan en la vuelta al capitalismo.
Nuevamente, la ley del desarrollo desigual y combinado como explicación de un complejo proceso que ha abierto las puertas a la situación actual, en la que la alianza Ruso China amenaza, y de que manera, la hegemonía euro norteamericana del mercado mundial.
Las relaciones actuales fruto de la ley del desarrollo desigual y combinado
El mismo asesor de Reagan que afirmara en 1997, en El Gran Tablero del Mundo, que los EE UU era "la potencia más importancia del mundo", escribió recientemente que: "El hecho es que nunca ha habido un verdadero poder global ‘dominante’ hasta la aparición de América en la escena mundial ... .. La nueva realidad global decisiva fue la aparición en la escena mundial de América siendo al mismo tiempo la potencia más rica y militarmente más fuerte. Durante la última parte del siglo XX ninguna otra potencia podía compararse. Esa época está llegando a su fin” (Hacia un realineamiento global”, Zbigniew Brzezinski, The American Interest, el subrayado es mío)
Nadie puede cuestionar las dos afirmaciones, los EE UU fueron, y son, la potencia hegemónica a nivel mundial; y, al tiempo, “esa época está llegando a su fin”. Que motivos lleva al que teorizó el “siglo americano” a en menos de diez años, cambiar su posición, y afirmar que “esa época está llegando a su fin”; porque sino, vaya siglo más corto. ¡Esta época es la nuestra!, y por lo tanto la que tenemos que analizar.
Pero premonitoriamente, en El Gran Tablero también había escrito, "De ahora en adelante, los Estados Unidos pueden tener que decidir cómo hacer frente a las coaliciones regionales que tratan de expulsar a Estados Unidos de Eurasia, poniendo así en peligro el estatus de Estados Unidos como potencia mundial”.
Veinte años después, y confirmando esa premonición, ¿Quién amenaza con esa expulsión? El Plan de la Ruta de la Seda que atraviesa Eurasia, que China presentó el pasado año, ante más de 50 estados, incluidos los aliados europeos de los EE UU. Con una promesa de una inversión de 900 mil millones de euros, es una apuesta con la que, hoy por hoy, los EE UU no pueden ni soñar con competir. Un Plan que no es aislado, China es el principal inversor en África, ha superado en inversiones extranjeras a los EE UU en muchos de las naciones americanas, es tenedor de deuda del estado español, de Grecia, donde se ha hecho con el principal puerto, El Pireo, etc. etc.
Pero no lo voy a tratar desde un punto de vista político, sino teórico; de cómo un estado que en otras circunstancias históricas, no pasaría de ser una gran semicolonia, se ha convertido en el gran competidor global de la potencia hegemónica; y esa explicación solo se encuentra en el desarrollo desigual y combinado. De cómo una potencial semicolonia se han transformado en una potencia imperialista “emergente”.
2+2 son 4, pero para la dialéctica, no
Ya vimos como en la historia este fenómeno es posible, el mundo repartido entre Gran Bretaña y Francia a finales del siglo XIX, fue destruido por potencias imperialistas “emergentes”, los EE UU y Alemania. Como la farsa del drama, a los EE UU su Frankenstein se le está rebelando, y como al doctor Frankestein, no por la fortaleza del monstruo, que si tiene que ver, sino por la debilidad que tiene frente a él.
China sale de Tiannamenn como la fábrica del mundo; todos los grandes capitales imperialistas, con los EE UU a la cabeza, ven en los 1 000 millones de campesinos pobres un “ejercito de reserva industrial” con el que resolver la causa principal de la crisis de los 70, la caída de la tasa de ganancia. De la misma manera que el capital francés en el siglo XIX pasó la frontera, y se fue a la aldea alemana a buscar bajos salarios, las grandes multinacionales se fueron a China. Un estado regido por una dictadura dirigida por el PC, que había derrotado al movimiento de masas en Tiannamenn.
El plan del imperialismo euro norteamericano era bueno; deslocalizo la industria que precisa gran aportación de capital variable, que en China consigo a bajo precio, mantengo en las metrópolis las secciones más rentables, más productivas, con grandes inversiones en capital fijo (maquinaria, tecnología...); y 2+2 son 4.
El drama para el capital es que las industrias más productivas, las que tienen más inversiones de capital fijo son las que tienen una tasa de ganancia inferior; de hecho, las crisis del capitalismo se reducen, en última instancia, a que la tasa de ganancia está en relación inversa a la inversión en capital fijo. “El límite del capital es el capital mismo”, dijera Marx.
Si el capitalismo yanqui viviera su época dorada de los años 40, 50 y 60, en que era el banquero y la fábrica del mundo, este “plan” sería perfecto. Pero los yanquis venían de la crisis de los 70, que los había golpeado directamente, que les había obligado a romper el acuerdo de Bretton Woods, a convertirse en un estado rentista... como Gran Bretaña a finales del siglo XIX. Además, el control que el PC chino ejercía sobre sectores fundamentales de la economía china, como el financiero (la banca es estatal) o la industria pesada (toda ella estatal), hacía de este plan algo que la naciente burguesía china buscaba, inyección de capital para desarrollar la industria auxiliar de las multinacionales.
Este plan de la burguesía china tenía otra pata, olvidada por muchos pero esencial para el proceso de acumulación originaria de capital que estaba punto de producirse: la recuperación de las plazas financieras de Hong Kong y Macao a la soberanía (compartida) china. Fue un chute de capital fresco en una economía a la que le sobraba capital humano, fuerza de trabajo barata.
En este cuadro, unos EE UU endeudados por las sucesivas guerras en las que comenzando por la de Vietnam, que había perdido, o estaban estancados (Afganistán, Irak,...), esa acumulación originaria en China despertó al “dragón” dormido (y lo digo con recochineo; el “dragón” es una figura mitológica para los chinos). Por esta combinación de procesos desiguales y contradictorios, 2+2 no fue 4. Para los yanquis fue -3, y para los chinos más 3. La deslocalización de la industria redujo la independencia de los yanquis, provocó un déficit comercial brutal y un aumento de la deuda pública norteamericana; deuda que está en manos... chinas, y / o japonesas.
De fábrica y banqueros del mundo, los yanquis había pasado a ser consumidores y deudores netos; solo les salva el control del dólar, a través del que siguen absorbiendo una parte importante la plusvalía mundial y su potencial militar apabullante.
Aquí entra el otro elemento cualitativo, que marca la situación actual. Tanto China, como sobre todo Rusia, de la que es aliada estratégica en términos militares a través de los Acuerdos de Shangai, han heredado de los Estados Obreros un potencial militar no despreciable; Rusia es el segundo exportador de armas del mundo, tras los EE UU. Esto significa que el potencial militar yanqui es apabullante ante un pueblo como el vietnamita, un estado en desguace como al afgano o un ejército regional como el iraquí; pero enfrente no tiene a los campesinos vietnamitas, a los talibanes o al fantasma del “quinto ejercito del mundo”, como quisieron vendernos que era el de Sadam Hussein.
No, enfrente tiene a la segunda y a la tercera potencia nuclear del mundo, y si la visión de los cadáveres de soldados yanquis muertos en Vietnam, o posteriormente en Irak, desmoralizaron a la población norteamericana; que no harían ver algunas de sus ciudades reducidas a escombros. Porque su poderío es apabullante, sí, pero tanto Rusia como China tienen capacidad suficiente para destruir más de una ciudad en los EEUU.
Además, Trotski señalaba que la guerra no la ganaba el potencial militar presente, sino la industria; la capacidad para recuperar las pérdidas destruidas por la guerra. Gran Bretaña tuvo que ser armada por los EE UU en la II Guerra, y Alemania vio cómo su industria militar fue destruida por los Aliados. Hoy los EEUU, fruto de la deslocalización, importan desde el acero hasta los aparatos de tecnología punta. Además el endeudamiento del estado no permitiría una política de empréstitos que la financiara.
El apologeta del “siglo americano” Brzezinski ha cambiado su visión, porque es consciente de esta realidad.
A modo de conclusión
Este documento no pretende sacar las conclusiones políticas de unas caracterizaciones que están en discusión, de cómo la acumulación originaria de capital que se produjo en China y Rusia a lo largo de estas décadas, las alianzas que entre ellos se están dando, en el marco de la decadencia de la potencia hegemónica, los EE UU, influyen sobre los conflictos inter capitalistas e interimperialistas.
Los restos del estalinismo, ligados al castro chavismo, se empecinan en defender el carácter absoluto de la hegemonía norteamericana, para justificar su apoyo a supuestos antiimperialistas como Maduro, Castro o Al Assad. Un “teoría” al servicio de una política reaccionaria, que solo busca evitar su desaparición definitiva del panorama político, recurriendo a tics del pasado: el más antiimperialista es el más antiyanki, así sea defendiendo al mismísimo Putin y a Xi, que casualmente (sic) son los grandes protectores e inversores en Venezuela, Cuba o Siria.
Los marxistas debemos actuar de una manera bien distinta, las caracterizaciones teóricas, como los análisis empíricos, preceden a las conclusiones políticas. Actuar de otra manera nos conviertiria en apologetas de unas posiciones apriorísticas que, cuando chocan con la realidad, solo llevan confusión. La realidad hoy es mucho más compleja que la vieja distribución mundial, donde había un imperialismo hegemónico, y los demás se disciplinaban a él... Esta geografía del mundo, como dice Brzezinski, “... está llegando a su fin”.
El futuro en el que hay que intervenir no es el de pasado, sino el que está marcado por las nuevas relaciones entre los estados. La ley del desarrollo desigual y combinado es, como bien demostró Trotski ante la revolución rusa, una herramienta fundamental para comprender hasta el final la profundidad de esas nuevas relaciones.
Galiza, no mes de abril de 2018

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